viernes, 28 de septiembre de 2012

38.- LA BIBLIA EN LA VIDA DEL CRISTIANO


En la Biblia nos instruimos en lo concerniente a la salvación por la fe en Jesús.  Por ella llegamos al conocimiento, posible aunque imperfecto, de nuestro Padre celestial.
“Tu palabra  es para mis pies una lámpara, la luz de mi sendero” (Sal 119, 105) “Hasta hoy no os había dado Yavé un corazón para conocer” (Dt 29,3) 

¿Qué significa "conocer" a alguien?
Conocer a alguien es entrar en relación personal con él; según sea el grado de  conocimiento será también el grado de intimidad.
Conocer, según la Biblia, es entrar en una gran corriente de vida y de luz, que brota del corazón de Dios y que a Él conduce.
Sólo en Jesús se da el perfecto conocimiento del Padre, sólo Él revela al Padre. “Yo os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, y oír lo que oís, y no lo oyeron” (Lc 10, 22)  “Si me habéis conocido, conoceréis también a mi Padre. Desde ahora le conocéis y le habéis visto. Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Jesús le dijo: Felipe, ¿tanto tiempo ha que estoy con vosotros y no me habéis conocido? El que me ha visto a mí ha visto al Padre.” (Jn 14, 7-9)

Lectura de la Biblia en familia
La lectura de la Biblia tiene gran importancia cuando se hace en el ámbito de la familia.  Reunida la familia es como mejor se hace oración, se ofrecen al Padre los trabajos de cada día y se le encomiendan los problemas y dificultades. La oración al Padre hecha en el nombre de Jesús es siempre atendida y el Padre concederá lo que más necesite cada uno. Esta oración familiar, con lectura de un pasaje bíblico, es un instrumento inmejorable para edificar en la fe a los hijos y sembrar en sus corazones los valores evangélicos.
Esta reunión familiar se convertirá en foco de luz para que cada uno examine su conducta personal, y para cotejar a la luz de la fe los sucesos y acontecimientos familiares y extrafamiliares. La Biblia es sumamente útil para enseñar, para corregir y para educar.
Será una buena ocasión para abrirse a la luz de Dios y dejarse iluminar por Él. Los padres deben intentar que estas reuniones sean libres, espontáneas y participativas. De esa forma todos darán lo mejor de sí mismos y todos recibirán lo mejor de los demás. 
Por estas “frecuentes” reuniones pasa la vida en toda su riqueza y es contemplada con los ojos de Dios.
Nunca es tarde para iniciarlas, pero su utilidad aumenta si empiezan los jóvenes esposos y van incorporando a sus hijos cuando su edad y capacidad se lo permite. 
Otra gran importancia de la lectura o meditación de la Biblia es para sentir la fuerza del Espíritu que robustece, anima y ayuda para que cada uno lleve adelante su proyecto de vida, llenándola de buenas obras, de preocupación y solidaridad por los humildes, necesitados y abandonados del mundo.
Los padres de familia encontrarán en la Sagrada Escritura el mejor camino para guiar a sus hijos por la senda del amor, de la libertad y de la responsabilidad. La familia que lee la Biblia se convierte en una escuela de virtudes humanas y espirituales, formadora de personas y de hijos de Dios.

 ¿Cómo se ha de leer la Sagrada Escritura?
Escribió el Papa Benedicto XV en su encíclica Spiritus Paraclitus lo siguiente: “Para que el estudio, la lectura o la meditación de la Sagrada Escritura produzca frutos de humanización y de santificación hay que acercarse a “esta fuente sagrada” con mente piadosa, con fe firme, con ánimo humilde y con deseo de aprovechar”.    
La Biblia no es un libro cualquiera, es Palabra de Dios, hemos de acercarnos a ella con fe humilde, con sinceros sentimientos de buscar lo que Dios quiere de nosotros y con el firme propósito de llevarlo a la práctica.


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