jueves, 21 de marzo de 2013

74.- LA PROVIDENCIA DE DIOS

¿Qué entendemos por la providencia de Dios? (1)
El conjunto de disposiciones por las que Dios conduce a sus criaturas a la perfección última a la que les tiene destinadas.
Somos peregrinos en estado de vía, no de término.  
¿A qué o a quiénes se extiende la divina providencia?
A todo y a todos; desde las cosas más pequeñas hasta los grandes acontecimientos del mundo y de la historia.  Si lees los salmos 138, 1-17; 23; 33, 13-22; 34; y Ecco 11, 14-17, encontrarás la actitud maravillada del salmista ante el manto de la divina providencia sobre el mundo y sobre todas las cosas y vidas que lo pueblan.

La providencia divina para la vida de los creyentes implica dos actitudes fundamentales e inseparables:
Confianza filial: “No andeis preocupados, bien sabe vuestro Padre celestial todo lo que necesitáis” (Mt 6, 31-32) Sabemos que Dios es fiel, que no falla nunca y da a cada uno lo que necesita. Como seres humanos, tenemos necesidades humanas y para cubrirlas necesitamos bienes económicos. También sabemos que, una vez cubiertas las necesidades primarias, hemos de pensar en los que no las tienen y en que todos tenemos unas necesidades de orden superior, que deben acaparar más nuestro empeño.  
La confianza filial se prueba en la tribulación “Nos gloriamos hasta en las tribulaciones” (Rom 5, 3) La confianza filial, igual que la amistad, se prueba en los tiempos difíciles. Cuando todo es bonanza abundan los amigos y es muy fácil pensar que tenemos mucha confianza en el Señor. Bien está, pero, no nos engañemos, no sabremos si esa confianza es sincera hasta que sea probada con el sufrimiento y la tribulación.
Las pruebas de la enfermedad y la desgracia son el crisol de nuestras amistades humanas y de nuestras confianzas con Dios. No es admisible que, para muchos, Dios sea bueno y providente cuando les va todo a pedir de boca; entonces, son las más católicos y los más creyentes. Pero, cuando se cruzan con la prueba, en forma de dolor, enfermedad, vuelco económico o de cualquier otro tipo, echan la culpa a Dios de todos sus males, se encaran con Él y le interrogan diciendo: ¿por qué a mi? 
Muchos, hasta dicen que han perdido la fe. Pienso, más bien, que la tenían apagada, aunque sólo Dios puede medir la fe de cada uno.
La confianza filial no impone pasividad, sino que quiere librarnos de toda inquietud agobiante y de toda preocupación. Dice la regla 20 de San Benito: 
ORA ET LABORA. Orad como si todo dependiera de Dios y trabajad como si todo dependiera de vosotros.

Esfuerzo pleno: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todo eso se os dará por añadidura” (Mt 6, 33.)
Él nos ha hecho cooperadores suyos en la implantación del Reino, “porque nosotros sólo somos cooperadores de Dios, y vosotros sois arada de Dios, edificación de Dios” (I Cor 3, 9).
Somos meros administradores de los bienes que Dios nos ha confiado, para conservarlos y aumentarlos para nuestro propio bien y el de nuestros hermanos los hombres.
La confianza en Dios, lejos de llevarnos a cruzar los brazos y permanecer en la inactividad, nos impele a actuar bajo la mirada amorosa del Padre que vigila a los trabajadores de su viña.
Dios actúa en las obras de sus criaturas, “Dios es el que obra en vosotros el querer y el obrar según su beneplácito” (Flp 2, 13)
Para dar fruto hay que estar unidos a Dios, como los sarmientos a la vid, “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5) “Maestro, toda la noche hemos trabajado y no hemos pescado nada, mas porque tú lo dices, echaré las redes” (Lc 5, 5)
Los creyentes en Jesús echamos nuestras redes al mar de la vida fiados de Él y unidos a Él. Sabemos que sólo así obtendremos pesca abundante.

(1)(CIC  302 y sigtes.) 
NOTA: Este tema lo tenía escrito hace algún tiempo, lo publico ahora porque creo que la Providencia de Dios se ha manifestado en la elección del Papa Francisco.

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