jueves, 18 de abril de 2013

91.- PROFETAS MAYORES DEL AT



Breve introducción a los libros proféticos mayores
Isaías: Este libro fue escrito por el profeta Isaías aproximadamente alrededor del año 700 a.C. No conocemos ni el origen ni la parentela de Isaías, por lo cuidado de su estilo, deducimos que era de la clase culta de la sociedad de Jerusalén.. Consagró su vida a “santificar” al pueblo para que se hiciera digno del “Santo de Israel”.
Desde el primer capitulo describe a Israel  como “gente pecadora, pueblo cargado de iniquidad, raza malvada, hijos desnaturalizados, han renegado del Santo de Israel y le han dado la espalda (1,4).
Dios no quiere sacrificios ni ofrendas: “Harto estoy de holocaustos de carneros (1,11)   no me traigáis más esas ofrendas … las fiestas con crimen me son insoportables”(1,13), sino la conversión, el cambio de vida  “lavaos, limpiaos, quitad de ante mis ojos la iniquidad de vuestras acciones” (1,16).
Yavé castigará a los malvados: La parábola de la viña (Is 5,1-7) es una de las más bellas para pintar la ingratitud de Israel por lo que sufrirá grandes calamidades e incluso, el cautiverio (5,13)
Los capítulos 7 al 12 forman el llamado Libro de Emmanuel. Yavé enviará un libertador al pueblo, ante la impertinencia de Acaz de que el profeta pida una señal a Dios, responde que el Señor mismo le dará la señal: He aquí que la virgen grávida da a luz, y le llama Emmanuel” (7,14).
En 9,6  el profeta atribuye al Niño unos atributos cuyo pleno sentido sólo aparecerá en la revelación del Nuevo Testamento. “Nos ha nacido un niño… que tiene sobre olos hombros la soberanía, y que se llamará maravillosos consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la paz.”
El reino del Mesías será un reino de paz (cap-11) “Brotará un retoño del tronco de Jesé  …juzgará en justicia al pobre…Habitará el lobo con el cordero y el leopardo se acostará con el cabrito y comerán juntos el becerro y el león y un niño pequeño los pastoreará”.
Saltamos hasta 52,13 y todo el capítulo 53, donde encontramos el vaticinio más claro de la pasión del Siervo de Yavé; sus dolores, la causa de los mismos y los frutos de su muerte descritos con los más vivos colores.
Los últimos capítulos hablan de la restauración del pueblo hebreo, las buenas nuevas de salvación, la extensión de ésta a los pueblos gentiles y  el juicio para toda humanidad.

Jeremías: Este libro fue escrito entre los años 627 al 586 a.C.
La personalidad del profeta queda retratada en su estilo, el cual lejos del vigor y la ironía de Isaías, refleja el ansia de paz de un alma atribulada. Jeremías es un alma nacida para la paz, la soledad, la tranquilidad del hogar, y, sin embargo Dios  le lanza a la agitada vida política de Judá en los momentos más críticos de su historia. Con sencillez expresa sus profundas ideas, con un aire de tristeza y amargura.
El drama del profeta radica en la necesidad de predicar la sumisión a Babilonia como mal menor, profetizó tanto la destrucción de Jerusalén como su caída en manos de  Nabucodonosor, rey de Babilonia. A pesar de revelar esta etapa dura y difícil en la historia del pueblo, Dios revela a Jeremías que eventualmente Jerusalén seria restaurada.                          
Jeremías echa en cara a reyes, profetas y sacerdotes sus desobediencias a Dios. Por esta razón fue perseguido y amenazado en su propia tierra. Jeremías es un verdadero hombre de fe que sufrió por defender la palabra y los mandamientos de Dios en medio de una sociedad que estaba muy dispuesta a ignorar sus advertencias. 

Lamentaciones: Las Lamentaciones se escriben sobre el año 586 a.C. La versión griega de los LXX las atribuyen a Jeremías, y lo mismo hace la tradición primitiva. Son cuatro cantos alfabéticos, seguidos de una oración, con el tema de la soledad y ruina de Jerusalén, destruida por los caldeos. 


Ezequiel: El profetas está desterrado en Babilonia, donde fue deportado junto a los nobles e influyentes de Jerusalén.  Allí recibe de Yavé la misión de hablar al pueblo de Israel. "Hijo de hombre, recoge en tu corazón las palabras que yo te digo y ve luego y llégate a los deportados, a los hijos de tu pueblo y háblales" (3,10). "Te pondrán cuerdas, re amarrarán con ellas y no podrás soltarte; te pegaré la lengua al paladar y te quedarás mudo" (3,25-26).

Como Jeremías, Ezequiel comienza su actividad explicando lo que ha sucedido por causa del pecado y predicando la conversión. Es un profeta de desventuras, anuncia que lo peor está por llegar, que un día acaecerá la tragedia definitiva. La mudez del profeta coincide con la destrucción de Jerusalén y del templo. Mueren muchos en la catástrofe, la ciudad es incendiada y muchos supervivientes son conducidos al destierro, en largas columnas. Un fugitivo recorre la distancia entre Jerusalén y Babilonia, pide ver a Ezequiel y le informa de lo sucedido, de primera mano y con todo detalle. Ezequiel recibe la noticia profundamente conmovido, tanto que recupera el habla y comienza a predicar, ahora sobre la esperanza en la restauración de Jerusalén. Su mensaje central es la justicia de Dios. 

Daniel: Es el cuarto de los llamados «profetas mayores», descendiente de la familia real de David, fue llevado cautivo a Babilonia cuando era todavía joven.

Educado en la corte babilónica en calidad de paje, se granjeó la amistad del rey Nabucodonosor por revelarle el sentido de un sueño misterioso (2,19s)
Escaló altos puestos en la administración hasta el punto de ser objeto de conspiraciones de los altos funcionarios, celosos de su encumbramiento.
El libro de Daniel está escrito en tres lenguas: a) hebreo (1,1 –  y 8,1 -12,3); b) arameo (2,4 – 7,28); c) griego (3,24-9; 13,1 – 14,42)
Es difícil resolver este enigma lingüístico. Habrá que suponer que el libro canónico actual es una recopilación de textos que circulaban indistintamente en hebreo o arameo, y un redactor los yuxtapuso tal como los encontró, porque los fragmentos presentaban una secuencia lógica. La redacción del libro de Daniel hay que colocarla en la  primera mitad del siglo II a.C., lo que no impide que el redactor haya utilizado fuentes anteriores.
El fin del libro es consolar y exhortar presentando un modelo de virtud y de fidelidad a las layes patrias en medio de la corrupción de la corte de Babilonia. Dios gobierna la historia de los pueblos. El autor  presenta la lucha entre los designios mesiánicos sobre Israel y los poderes históricos de los grandes imperios que se oponen a la instauración del “reino de los santos”.

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