domingo, 24 de febrero de 2013

66.- JESÚS, ÚNICO SALVADOR DEL MUNDO

 “Príncipes del pueblo y ancianos... sea manifiesto a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel que, en nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros habéis crucificado, a quien Dios resucitó de entre los muertos, por Él, éste se halla sano entre vosotros.
Él es la piedra rechazada por vosotros los constructores, que ha venido a ser la piedra angular. En ningún otro hay salvación, pues ningún otro nombre nos ha sido dado por el que podamos ser salvos” (Hch 4, 10-12)
Porque uno es Dios, uno también el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó a sí mismo para la redención de todos” (I Tim 2, 5-6)

El Jesús histórico- bíblico y el Jesús eclesial.
El Jesús histórico presentado por el Nuevo Testamento y el Jesús presentado por la Iglesia en su predicación, en la liturgia, en la catequesis y en todo el conjunto de la Tradición viva, ¿son el mismo? ¿Hay continuidad personal entre el Jesús histórico-bíblico y el Jesús eclesial?
La predicación pascual de los Apóstoles se fundamenta y justifica en el Jesús histórico, cuyos puntos fundamentales son la encarnación, el nacimiento, la doctrina, la pasión, muerte y resurrección.
Con honradez y rigor histórico no se puede poner en duda la identidad substancial entre el Jesús histórico-bíblico y el Jesús eclesial. Entre ambos hay una inalterable continuidad personal. Con razón, se habla del Cristo bíblico-eclesial.

Cristo, Salvador del mundo, ayer, hoy y siempre.
¿Qué queremos decir con esto?
Que el designio salvífico de Dios respecto a toda la humanidad se ha realizado en el misterio de Jesús y de su comunidad eclesial, sacramento de salvación en la historia.
Que Cristo es la única fuente de salvación y que por Él adquiere valor cualquier otro atisbo o concreción de salvación fuera del cristianismo.
Que Cristo no es uno de tantos mediadores salvíficos, que únicamente lo son en cuanto participan de la mediación de Jesús;  Él es el único y definitivo mediador, la fuente de toda otra mediación participada.

La salvación fuera del cristianismo

La eventual presencia de fe, de gracia y de salvación fuera del cristianismo saca su valor del acontecimiento de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
La gracia de Cristo es la causa constitutiva de la salvación de toda la humanidad, dentro y fuera de la Iglesia. “Cuanto hay de verdadero entre ellos, la Iglesia lo juzga como una preparación del Evangelio y otorgado por quien ilumina a todos los hombres para que al fin tengan la vida” (LG 16) Cristo es el camino, la verdad y la vida en plenitud. De su fuente ha de beber todo el que desee alcanzar la plenitud de vida.
La Iglesia renueva su compromiso misionero: “La fe se refuerza donándola. !Pueblos todos, abrid las puertas a Cristo!” (RMI 3)

Significado salvífico de las religiones no cristianas
Las religiones orientales ejercen, en nuestros días, una especial fascinación para los que buscan una religiosidad nueva, un estilo de vida alternativo a la existencia vacía y superficial del postmaterialismo occidental.
Las religiones no cristianas se redescubren como fuente y garantía de valores humanos, de identidad e independencia nacional, de paz y de concordia universal.
El mismo Concilio Vaticano II ha revalorizado el significado salvífico de las religiones no cristianas, en cuanto son “semillas del Evangelio”.


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